Respuesta :
Sample answer:
Mientras daba un paseo por la bella ciudad de Madrid, decidí entrar al gran museo del Prado. Cientos de obras de arte maravillosas estaban ante mis ojos, regocijándome. Luego de varias horas caminando entre sus diferentes salas, me percaté que estaba solo. ¡El museo había cerrado y yo había quedado adentro!
Sin entrar en pánico, decidí acercarme a la entrada, donde había un puesto de seguridad. Cuando me dirigía hacia allí, oí una voz suave que me susurraba al oído. Para mi sorpresa, tenía enfrente a mis ojos a la Maja Desnuda. ¡La famosa obra de Francisco de Goya, hablándome con total naturalidad! Por un momento creí que había enloquecido, pero no fue así.
Allí estaba ella, parada frente a mí, mirándome, atónita y alegre de encontrarse con alguien. Me dijo que hacía muchos años que no veía o hablaba con alguien, que la soledad del museo la hacía sentir muy triste. Estaba feliz de poder hablar con conmigo, pero sus ojos se llenaban de lágrimas al recordar a su creador, el gran Goya. Se sentía afortunada de volver a la vida cada noche, pero, al mismo tiempo, muy sola.
No sabía que decir o que hacer al verla triste, así que la abracé y le dije que hablaría con las autoridades del lugar para que la cambien a una sala en donde se sienta acompañada por las demás creaciones de su autor. Ella me sonrió con sus ojos llenos de ilusión.
Fue así que me despedí de ella y, al día siguiente, le escribí una carta a las autoridades del museo sugiriéndoles que la cambien de sala. Por supuesto que no dije una palabra de lo acontecido esa noche. Después de todo, ¿quién me creería?